Conoce las historias Basura Cero alrededor del mundo

Tras casi dos décadas de organización, diálogo y conflicto con el gobierno para lograr su inclusión como actor fundamental en el circuito de reciclado, 12 cooperativas de recicladores de base -o cartoneros, como se los llama localmente- han convertido a la ciudad de Buenos Aires en uno de los modelos de reciclaje inclusivo en América Latina y El Caribe.

Gracias a una incansable organización, las cooperativas de recicladores de base están hoy contratadas por el gobierno para llevar adelante la recolección puerta a puerta y el procesamiento de todos los materiales reciclables. Cada lunes a viernes, las y los recicladores llegan a su zona de trabajo desde su barrio en las afueras de la ciudad. Allí los espera un responsable del gobierno que toma presentismo, junto con camión de la cooperativa con los bolsones donde juntarán los reciclables.

Catalina es parte de la cooperativa El Amanecer de los Cartoneros, que agrupa a 3500 de los 5300 recicladores inscriptos en la ciudad. A las 18 hs llega al barrio de Palermo con sus compañeros. Mientras la gente desciende de los buses y toma su bolsón charla, fuma y hace chistes. Catalina es una de las mayores del grupo. Su bolsón está en mejor estado que los otros, y ella lo reconoce “mis compañeros me guardan un bolsón bueno para mi, son buenos conmigo”. Toma su bolsón y se va a su zona de recolección.

Trabaja de recicladora hace 18 años. Como muchos, empezó con la crisis económica que vivió Argentina en 2001, que llevó a miles de personas a salir a cartonear para vivir. Empezó cartoneando con uno de sus hijos y sus nietas, pero cuando empezaron las políticas de erradicación del trabajo infantil siguió sola.

Catalina lleva 4 años trabajando en esta zona. Habla con cada encargado y encargada que le baja a dejar materiales. Todos la conocen. “No es pesado para mi porque los porteros me ayudan. Son buenos los porteros.” Dice que disfruta su trabajo, algo que resulta claro al verla. “Hoy tengo 64 años, ya tendría que quedarme en mi casa. Pero no, me gusta el trabajo. Me gusta venir con los compañeros, hablar con los porteros o las señoras, las porteras. No es difícil o venir y que te miren mal.” Contar con uniformes, credenciales y herramientas de trabajo representa un gran cambio en las condiciones laborales de los recicladores, tanto en términos de seguridad como en lograr que los ciudadanos los reconozcan como trabajadores.


La cooperativa acordó con el gobierno un sistema de postas sin uso de carros, dado que el gobierno no quiere que haya gente empujando carros por las calles. Bajo este sistema, cada reciclador/a recolecta en su zona con su bolsón, que luego es levantado por un camión de la cooperativa. El sistema es un desafío, dado que muchos recicladores vieron limitada la cantidad de cuadras que pueden recorrer y eso mermó la cantidad de materiales que recolectan.

Los bolsones tienen una etiqueta con el número de bolsón, número de ruta y nombre del reciclador o recicladora, para registrar la cantidad de kilos que cada uno/a recolecta, que se traducirá en el pago a fin de mes.

La cooperativa desarrolló una app para que cada reciclador/a vea en su celular la cantidad de kilos que lleva recolectado. También hay un doble control del pesaje de los materiales, por parte del o la delegada de cada grupo, y de un responsable del gobierno de la ciudad.

Los camiones levantan todos los bolsones y los descargan en el “centro verde” o centro de clasificación para ser procesados. Allí se clasifica por tipo de material y se lo enfarda para vender a la industria del reciclaje.

El delegado de cada grupo participa en el pesaje de materiales y al día siguiente reporta el peso a cada reciclador/a. De acuerdo con el gobierno, hay 15 centros verdes en Buenos Aires, aunque la cifra incluye una variedad de sitios. Tres de ellos son automatizados, es decir que la clasificación de materiales es en parte manual y en parte a través del uso de tecnología. El “Centro Verde” de Barracas es uno de ellos.

La clasificación de materiales se realiza a lo largo de una cinta que combina métodos manuales con automatizados. Un grupo de recicladoras y recicladores trabaja al inicio de la cinta sacando los materiales de las bolsas y quitando los materiales no reciclables que puedan estar indebidamente mezclados. Luego, los materiales se clasifican mediante distintos métodos: las bolsas y el film se separan mediante un tubo aspirador, los plásticos mediante sensores y válvulas de aire, los metales con imanes, el papel y cartón se separan a mano, el vidrio por densidad, y así.

Trabajan allí 260 personas, en tres turnos, y allí se procesan los materiales recolectados por alrededor de 1800 cartoneros. En la planta se ve una multiplicidad de situaciones en paralelo: mientras un grupo -de mayoría mujeres- clasifica materiales en las cintas, una supervisora revisa los indicadores de desempeño de la maquinaria en su tablet, otro grupo organiza los bolsones que aún no se han vaciado, y en el patio de afuera, un camión enorme ingresa lleno de bolsones mientras tres personas toman mate bajo el sol y otro grupo organiza los fardos que se venderán a la industria.


Es administrada por la cooperativa El Amanecer de los Cartoneros, con asistencia permanente de personal del gobierno de la ciudad y de la empresa que controla y realiza el mantenimiento de la maquinaria. En el sistema de co-gestión de residuos entre el gobierno y las cooperativas, esta planta con maquinaria de punta no es operada por una empresa sino por las mismas personas que salieron con su carro, se organizaron y le pusieron cuerpo al sistema de reciclaje en la ciudad.

El primer reconocimiento legal a los cartoneros fue en 2002, cuando se los reconoció como prestadores del servicio público de higiene urbana, se estableció hacer un censo de cartoneros, y entregarles uniforme y credencial. Desde entonces, las cooperativas han adquirido un gran know-how y capacidad de organización, que se refleja en el sistema actual.

Los materiales se venden de manera colectiva. Cada reciclador/a cobra por la cantidad de kilos recolectados, a un precio que promedia el de todos los materiales.

El sistema de reciclaje con inclusión de recicladores se enmarca en normativa específica sobre la inclusión de los recicladores, y en una ley de “basura cero” que establece un cronograma de reducción de la disposición final de RSU. Si bien las normas han sido de vanguardia, han sido largamente ignoradas, y por ende el sistema actual es resultado de un conflicto constante por su cumplimiento. En 2018 el gobierno modificó la ley de basura cero para habilitar la incineración -prohibida en la ley original hasta que se alcanzara un 75% de reducción del enterramiento- poniendo en riesgo los avances alcanzados.

Además de la lucha por ser reconocidos como trabajadores del reciclaje, los recicladores de base son parte de un esfuerzo mayor por defender los derechos de los trabajadores de la economía popular. Esta organización de mayor escala se ha plasmado hasta ahora en dos organizaciones. Una es la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (FACCyR), que defiende los derechos del sector en todo el país, e impulsa la implementación de un sistema de reciclado público, co- gestionado entre el estado y los recicladores. La otra es la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), que otorga representación gremial a los trabajadores que no participan de la economía formal, incluyendo vendedores ambulantes, trabajadores textiles, rurales, y recicladores de base. CTEP trabaja para ser reconocido como sindicato, como cualquier sindicato de la economía formal, pero en representación de la economía popular. El Amanecer de los Cartoneros es parte de ambas organizaciones, y ha sido impulsor de la organización de las cooperativas a nivel nacional.

Según cuenta un trabajador de un centro de clasificación, la lucha inició en defensa de los recicladores que eran arrestados por recolectar reciclables de la calle, bajo la premisa de que la basura era propiedad del gobierno. Mientras que la ciudad no tenía ningún programa de reciclaje, reprimía a la gente que buscaba un sustento a través de la venta de materiales reciclables, a pesar de que estaban generando el beneficio de reducir la cantidad de residuos que se llevaba al relleno sanitario. Una vez que ganaron esa pelea, eso les permitió reconocerse y organizarse como trabajadores y eso llevó a pelear por los contratos. “Si a CEAMSE (la empresa a cargo del transporte de la basura y el manejo del relleno sanitario) le pagan, a nosotros nos tienen que pagar.”

La inclusión de recicladores de base a las políticas de basura cero requiere una perspectiva más allá de la recolección de materiales: debe extender los derechos laborales y mejorar la calidad de vida de un sector largamente postergado. El Amanecer de los Cartoneros tiene varias iniciativas en este sentido, como un contrato con el gobierno para la mantención de tres guarderías infantiles para hijos de cartoneros, un polo de oficios para hijos de cartoneros con problemas de adicciones y conductas, para que terminen el secundario y aprendan oficios como carpintería y herrería, entre otras.

Si bien el movimiento ha tenido muchos avances en las últimas décadas, aún hay una gran cantidad de recicladores que no están integrados a cooperativas, ni ven garantizados los mismos derechos. La política de las cooperativas ante ello usar su expertise para promover la organización del sector, y trabajar con otros municipios para que pongan en marcha planes de basura cero que garanticen los derechos de los trabajadores y su inclusión.

Si bien hay mucho por mejorar en el sistema de reciclado, la ciudad recupera hoy una gran cantidad de materiales que antes se disponían en relleno sanitario, garantiza el trabajo y mejores condiciones de vida a quienes pusieron el cuerpo al reciclaje en la ciudad, y sostiene un grado de organización que defenderá la continuidad de las políticas de reciclado en Buenos Aires.

>Suelo fértil: cultivando el movimiento hacia cero residuos alimenticios en Boston
CERO es el nombre de esta cooperativa de compostaje de Boston, pero también su foco: lograr que la ciudad lleve a cero los residuos de alimentos, y desarrollar en ese camino una comunidad más sólida y equitativa. Las primeras semillas de CERO se sembraron en una reunión de los miembros de la comunidad para debatir cómo incrementar el nivel de reciclaje y generar puestos de trabajo de calidad para las comunidades marginalizadas. En ese entonces, Boston tenía un porcentaje de reciclaje y desvío por debajo del 25% y, de acuerdo con un estudio de la reserva federal del Banco de Boston de 2015, la riqueza media por hogar entre la población blanca era de USD 247.500, mientras que entre las poblaciones dominicanas y negras el promedio era cercano a cero. CERO buscó la manera de combatir esa injusticia económica creando una cooperativa de trabajo diversa, bilingüe, conectada con la clase trabajadora y las comunidades de color de Boston.

Como manifiesta la cooperativista Josefina Luna: “empezamos a pensar en la economía verde. En los medios se hablaba todo el día de la economía verde pero en nuestra comunidad no veíamos ningún empleo verde… La primera idea [fue] crear fuentes de trabajo para la comunidad, mejorar el desarrollo social de las minorías, de la gente que no tenía ninguna oportunidad.” Cuando el Departamento de Protección Ambiental de Massachusetts sancionó una norma que prohibió a más de 1.700 establecimientos alimentarios del estado disponer los residuos orgánicos junto con la basura, CERO ya estaba lista para ofrecer una solución.

La belleza de CERO es que crea sistemas de “ciclo cerrado” locales para los alimentos. En lugar de que los residuos alimenticios se depositen en vertederos hediondos con los que la gente debe convivir, se aseguran de que se reciclen en el suelo, nutriendo el crecimiento de alimentos para la propia comunidad. Y el modelo funciona. Hasta ahora, la cooperativa evitó que 11.867.122 libras (5.382.835 kilos) de residuos alimenticios fueran a rellenos, y ¡ahorró a sus clientes USD 407.570 en gastos de recolección de residuos!
La jornada de un/a trabajador/a de CERO comienza temprano. A las 7am, Jonny Santos ya visita a su primer cliente.

Jonny es oriundo de República Dominicana y su idioma materno es el español. En relación a su trabajo en CERO, Jonny explica: “conocí a CERO a través de un amigo, ya hace 1 año y 5 meses que me familiaricé con CERO y después de trabajar en la empresa mi vida, tanto personal como económica, es diferente; en CERO me siento importante y útil.”

La primera parada de Santos es Mei Mei, un restaurante chino-estadounidense que utiliza ingredientes frescos y locales y está comprometido en ser un buen empleador en la comunidad de Boston y en evitar el desperdicio de alimentos lo más posible.

Mei Mei es un negocio familiar. Significa “hermana menor” en chino y hoy es administrado por la menor de la familia, Irene Li. Desde que abrió, el restaurante tuvo una misión. “En mi caso, pensé que si íbamos a ser parte de esta industria complicada, desafiante, teníamos que tratar de marcar una diferencia,” dijo Li. “No queríamos ser un restaurante más. Muchos contribuyen a los problemas sociales. En lugar de eso ¿podemos ser un agente de cambio?”

Para honrar esos valores, Mei Mei sirve comida que viene directo de la huerta a precio razonable, capacita a sus empleados y, gracias a su asociación con CERO, redujo el desperdicio de alimentos a la mitad.

“Cuando conseguí mi primer trabajo en un restaurante me pareció un horror ver lo que sucede a una escala más comercial; no se recicla, y definitivamente no se composta.” Así que en Mei Mei se aseguran de rescatar todos los restos de comida (los tallos de kale que son demasiado duros para ensalada se usan para pesto o relleno de perogies), donan lo que no pueden usar, dan comida gratis o a bajo precio a los empleados, y lo que queda después de todo eso se va al cesto de orgánicos de CERO.

La asociación entre Mei Mei y CERO representa un ciclo perfecto: Mei Mei compra parte de sus insumos a los mismos productores que usan el compost hecho a partir de sus residuos alimenticios. CERO se asegura de que todas esas cáscaras de cebolla, cabezas de zanahoria y corazones de manzanas que Mei Mei pone en el cesto no vayan a la basura, sino que se conviertan en compost para nutrir el crecimiento de la próxima cosecha de alimentos locales que se usarán en los platos de Mei Mei.

La asociación entre Mei Mei y CERO no solo ayuda a desarrollar una economía gastronómica local, sino que ha ayudado a bajar sus costos. “No solo es bueno desde una perspectiva financiera, sino que nos ayuda a mostrar que es posible comprar ingredientes de manera selectiva a precios razonables,” dice Li. “No solo conviene financieramente, además hace sentido. Hace que la gente que trabaja en Mei Mei esté orgullosa de trabajar allí,” dice Li. “El mundo hace muy difícil vivir en sintonía con nuestros valores, así que si podemos ofrecer eso, de cualquier manera, por pequeña que sea, ayuda a que nuestros empleados encuentren armonía en sus vidas.”

Tras recolectar los residuos alimenticios en el restaurante Mei Mei, es momento de ir a Green City Growers. Fundada en 2008, Green City Growers es una empresa de agricultura urbana y paisaje comestible que convirtió espacios sin uso en huertas, revitalizando el paisaje de la ciudad e inspirando a la autosubsistencia. Instalan huertas en casas, restaurantes, oficinas, verdulerías y en otros espacios urbanos, a veces impensados, ¡como el techo del estadio de béisbol Fenway Park!

La empresa fue fundada por Jessie Banhazl. Banhazl no se dedicó toda la vida a la agricultura urbana; antes de fundar Green City Growers trabajó en televisión, en la producción de varios programas. Pero quería una carrera que la motive más y se dio cuenta de que para poder vivir en ciudades sustentables y resilientes, esas ciudades tienen que ser, literalmente, verdes. En sus palabras, “[Green City Growers] brinda la oportunidad de ver alimentos creciendo en espacios donde esto no sucedía. Está probada la importancia que tiene para los humanos vivir en contacto con la naturaleza, y las ciudades se han alejado de esa prioridad. Queremos que eso vuelva a ser parte del desarrollo y la construcción de las ciudades.”

Green City Growers tiene como objetivo crear un sistema alimentario regenerativo y local a lo largo del país, y su asociación con CERO es una parte esencial de ello. CERO no solo recolecta residuos orgánicos de más de 100 lugares de Green City Growers, sino que además entrega el compost hecho a partir de esos residuos para que Green City Growers nutra su suelo. Gracias a su asociación con CERO, GCG ha podido compostar 50.000 libras (22.600 kilos) de residuos orgánicos por año.

Green City Growers tiene un modelo de negocios un tanto inusual. Banhazl lo llama un “paisaje comestible”. GCG se ocupa del mantenimiento y sus clientes pueden aprovechar el fruto de ese trabajo como gusten, ya sea para su cafetería, restaurante o para donaciones corporativas. Banhazl calcula que donan a bancos de alimentos 5.000 libras (2.200 kilos) de productos por año. También brindan programas educativos tanto a estudiantes como a adultos, mostrando a los ciudadanos la belleza de cultivar sus propios alimentos.


Como dice Banhazl, “La intención [de Green City Growers] es construir un modelo de negocios alrededor de la agricultura sustentable y regenerativa.” Quieren cambiar la cultura de negocios en la región, para que la sustentabilidad “sea una prioridad a la hora de hacer negocios.”

La parada siguiente es Daily Table, una verdulería sin fines de lucro que apunta a brindar alimentos asequibles para las comunidades vulneradas en Boston.

De acuerdo con el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, ese país desperdicia el 30-40% de sus alimentos, y el 31% de los residuos alimentarios provienen de comercios y consumidores, quienes en conjunto derrochan 133 billones de libras (60 mil millones de kilos) de alimentos por año (de acuerdo a los datos más recientes, de 2010).

Este derroche es aún más impresionante cuando se lo contrasta con el hecho de que el 11% de los hogares en Estados Unidos no tiene seguridad alimentaria. Daily Table trabaja para solucionar el problema de los residuos de alimentos y la inseguridad alimentaria de una forma elegante: recolecta alimentos donados por los productores y comercios, y los ofrece a precios rebajados a comunidades de bajos ingresos.

Sin embargo, Daily Table a veces no puede distribuir todo el alimento fresco antes de que se eche a perder. Ahí es donde entra CERO. CERO recolecta las sobras de comida y las composta para que nada se convierta en basura.

Empresas conscientes como Mei Mei, Green City Growers y Daily Table muestran en los hechos la promesa de sistemas locales y sustentables de alimentación basados en la justicia social y la equidad. El rol de CERO es conectar esos esfuerzos en un circuito que evita la generación de basura y al mismo tiempo crea empleos verdes, suelos saludables y comunidades fuertes. Mientras la ciudad de Boston presenta su plan de Basura Cero -con el objetivo de lograr un desvío de residuos del 80% para 2035 y del 90% para 2050 a través del reciclaje y el compostaje- organizaciones como CERO son claves no solo para alcanzar esas ambiciosas metas, sino para transformar a Boston en un sitio donde las y los trabajadores y todos sus ciudadanos y ciudadanas puedan prosperar.

Más fuertes juntos: cómo el movimiento de recicladores transformó al reciclaje en Sudáfrica
Hace varios años atrás en un pequeño pueblo llamado Sasolburg ubicado aproximadamente a 100 km del brillo y la elegancia de Johannesburgo, recicladores de base independientes trabajaban meticulosamente para recoger los materiales valiosos de la basura que se acumulaba en el vertedero local. Sin embargo, debido a que la mayoría de los recicladores trabajaban en forma independiente a veces se generaban conflictos relacionados con quién guardaba y vendía el material reciclable. Al reconocer que eran más fuertes juntos que separados, en el año 2007 los recicladores del pueblo decidieron trabajar en una cooperativa y ahora operan el centro modelo del país. Gracias a este fuerte movimiento de recicladores, el centro se ha convertido en el ejemplo perfecto de cómo los derechos de los recicladores constituyen un sistema de reciclaje sólido.

La cooperativa en Sasolburg conocida como la cooperativa de reciclaje Vaal-Parl es parte de la Asociación de Recicladores de Sudáfrica (SAWPA por sus siglas en inglés) que se formó en 2009 en un encuentro nacional organizado por la organización de justicia ambiental groundWork. Los objetivos principales de dicho encuentro fueron mostrar los beneficios de organizarse y de trabajar en conjunto, y destacar las dificultades que los recicladores han enfrentado cuando trabajan solos, y así es como nace SAWPA.

Después de una negociación exitosa con el municipio local, los 3.000 hogares de un vecindario recibieron dos contenedores cada uno para segregar sus materiales reciclables, que luego retiraría la cooperativa Vaal Park. Gracias al trabajo de los recicladores informales de toda Sudáfrica, el país recicla el 90% de de los residuos recolectados de los hogares, ahorrando a las municipalidades R750 millones en tarifas por uso de relleno sanitario.

Un día promedio generalmente comienza con una taza de café cargado y si no, sería mejor que así fuera. Para los recicladores de Sasolburg, el día comienza mucho antes de que la mayoría de nosotros incluso empiece a hervir el agua. Todos los jueves, un equipo de tres recicladores pasan casa por casa recolectando los materiales reciclables mientras el resto del grupo se encarga de la segregación en el centro de reciclaje.

Los miembros de SAWPA han entregado este valioso servicio a sus comunidades durante tanto tiempo que mientras hacen sus recorridos habituales, las personas los saludan como si fueran viejos amigos, algunos de los residentes incluso esperan a que lleguen para saludarles.

Una vez que se llenan los contenedores, vuelven al centro de reciclaje para dejar los materiales reciclables para que sean segregados y luego regresan a hacer otra ronda de retiros.

La segregación de los distintos materiales por tipo ocupa la mayor parte del día de los recicladores.
Moeketsi Mamoketse trabaja como recicladora en el centro de reciclaje Vaalpark en Sasolburg desde septiembre de 2017, pero su trabajo como recicladora comenzó antes cuando recolectaba residuos reciclables en forma independiente en su hogar. Incluso antes de unirse a la cooperativa, Moesketsi ya era una recicladora apasionada, separando los residuos en su propia casa. Hoy en día, ella puede ganarse la vida haciendo algo en lo que cree.

No obstante, el trabajo no es de ningún modo una tarea fácil y a pesar del éxito de la cooperativa, también enfrentan grandes desafíos.

Los residuos que incluyen la marca Unilever U y otras compañías multinacionales, con frecuencia son las responsables de que Moesketsi tenga que clasificar residuos todos los días. Moesketsi tiene un consejo para estas marcas multinacionales: “Las compañías que están produciendo residuos que no se pueden reciclar tienen que encontrar otras formas de producir material que tenga valor y que no sean una amenaza para el medio ambiente.”

Cuando Moeketsi y los otros recicladores terminan de clasificar los reciclables, los materiales se enfardan y se venden a las empresas de reciclaje que van al centro de reciclaje, pesan los materiales enfardados y pagan a la cooperativa por kilo.

En agosto de este año, los miembros de SAWPA se reunieron para celebrar diez años de organizarse sin descanso por la justicia de los trabajadores. Antes los recicladores de Sudáfrica separaban solos los pocos materiales de valor que encontraban en un cúmulo de basura, ahora gracias a la fuerza y sabiduría del colectivo SAWPA, los recicladores han transformado sus barrios y la forma de ganarse la vida.

El mensaje de esta ciudad europea al mundo: «Acostúmbrense a reutilizar»
En tan solo diez años, Eslovenia se ha convertido en uno de los países sustentables de la UE. ¿Cuál es el secreto del ascenso vertiginoso de este país? La capital nacional, Ljubljana, ha reducido su disposición de residuos en un 59% al mismo tiempo que mantiene los costos más bajos en Europa. Ganadora del premio European Green Capital en el año 2016, por su creatividad y dedicación, esta ciudad se ha convertido en una de las joyas de la corona del movimiento de Ciudades Basura Cero en la región.

La ciudad le debe gran parte de su éxito a Voka Snaga, una empresa de propiedad pública que brinda la gestión de residuos a la ciudad y a nueve municipales suburbanas (361.882 residentes). Voka Snaga implementó un sistema de recolección puerta a puerta y una fuerte estrategia de comunicaciones centrada en la prevención y reutilización para involucrar a la ciudadanía.

Con la determinación de reducir los desechos de la ciudad, Voka Snaga elaboró un plan, primero en 2012 retiraron los contenedores para papel y empaques que estaban al costado de los caminos y comenzaron a recolectarlos puerta a puerta. En cuestión de meses, el reciclaje aumentó el triple y la cantidad de basura disminuyó en un 29%.

Luego, Voka Snaga dio un osado paso y comenzó a recolectar la basura común con menor frecuencia en comparación a los reciclables y compostables para fomentar que los residentes segregaran mejor sus residuos y así se dispusiera menor cantidad en el relleno. Al principio la medida generó revuelo, los y las residentes reclamaban que los contenedores se llenaban antes de que Snaga los retirara, pero mediante una constante campaña de sensibilización, Voka Snaga le mostró a la comunidad que para evitar que se llenen los contenedores de basura, podían desperdiciar menos y compostar y reciclar más. Con esto, no solo la cantidad de residuos que llegaba al relleno disminuyó drásticamente, sino que los hogares ahorraron dinero pagando 50 Euros menos al año por la gestión de residuos en comparación al resto del país.

A pesar de que Ljubljana tuvo gran éxito desviando residuos de los rellenos, basura cero es mucho más que el manejo de residuos. Con esto en mente, la ciudad ha mejorado sus actividades de prevención de generación de residuos y ha establecido el ambicioso objetivo de disminuir a la mitad sus desechos residuales para el año 2025. En 2013, Voka Snaga lanzó una campaña llamada “Acostúmbrate a reutilizar”, para incentivar a las y los residentes a reutilizar en vez de comprar productos desechables.
De este modo, junto a varios organismos gubernamentales Snaga inauguró un Centro de reutilización en Ljubljana, uno de los ocho que tiene el país.

Estos centros son la mecca para todo, desde tacones hasta saleros y pimenteros, además proporciona empleo para grupos de la población más desfavorecidos como adultos mayores y discapacitados.

El edificio también incluye un taller donde las personas arreglan sus artículos para que queden listos para volver a las estanterías.

Uno de los tesoros más populares que ofrece el Centro de Reutilización en una máquina expendedora sin empaque, donde las personas pueden llevar sus envases reutilizables para rellenarlos con sus productos favoritos y ¡sin plásticos! Encuestas muestran que gracias a que la ciudad se ha enfocado en reducir, casi el 70% de los residentes se aseguran de donar sus pertenencias para la realización en vez de desecharlos.

La necesidad de contar con alternativas basura cero también se ha impuesto en otras partes de Eslovenia, preparando el camino para que prosperen pequeños negocios dedicados a los productos de belleza y sustentabilidad. 50 kilómetros al norte de Ljubljana en el tranquilo pueblo de Bled ubicado en el corazón de Los Alpes, los visitantes pueden encontrar la primera hostal basura cero, el Hotel Ribno.

El hotel no solo posee vistas impresionantes y lujosas tinas de madera al aire libre, sino que también le ofrece a sus huéspedes unas vacaciones libres de culpa, ya que el hotel se encarga de todas sus necesidades sin generar residuos.

Después de diez años de pruebas, la ciudad de Ljubljana ha dado importantes pasos en el camino para alcanzar basura cero. La generación total de residuos se redujo en un 15%, el promedio de reciclaje y compostaje se incrementó en un 61% y la cantidad de residuos enviados al relleno disminuyó en un 59%. Con la visión y liderazgo del miembro de GAIA Zero Waste Slovenia y el apoyo incondicional de la oficina de GAIA en Europa Zero Waste Europe, la ciudad de Ljubljana ha demostrado que cuando se trata de residuos, menos es más.


Ciudad de Tacloban, Filipinas: De imagen de devastación a modelo de Basura Cero
Esta ciudad Filipina transformó la devastación que casi la borra del mapa, en una oportunidad para convertirse en modelo de Basura Cero.
Sherma E. Benosa | traducción de Gemma Estrella

Tacloban dejó de ser imagen de la devastación que sufrió hace seis años tras el paso del tifón más fuerte que jamás haya tocado tierra, la tormenta tropical Yolanda, conocida internacionalmente como Haiyan. Las carreteras que tras la tormenta permanecieron obstruidas por cadáveres, árboles, escombros de edificios, y demás objetos que en algún momento tuvieron valor pero que ahora restaban inútiles, fueron limpiadas hace tiempo.

La ciudad ha recuperado su latido. Donde entonces reinó la tristeza, hoy hay esperanza. Dondequiera que se mire, hay caras alegres, niñas y niños jugando, animales merodeando, personas realizando sus actividades cotidianas—escenas comunes en una comunidad típica Filipina.
Por supuesto, todavía restan crudos recordatorios del gran tifón que azotó la ciudad en aquella fatídica noche de noviembre del 2013, entre ellos, un barco que quedó encallado tierra adentro, a pocos kilómetros de donde permanecía atracado la noche del tifón.

Pero hoy en día, cuando la gente habla de Tacloban, no es solo para referirse a la tormenta que puso, a la entonces floreciente ciudad, de rodillas, sino también para hablar de cómo seis años después, la población se ha recuperado, y cómo la comunidad en sus esfuerzos por salir de la devastación, encontró su propio camino en el trayecto hacia Basura Cero.

La determinación por iniciarse en el camino hacia Basura Cero empezó antes del azote de la tormenta tropical Yolanda en 2013. Ya entonces, la ciudad enfrentaba dificultades en la gestión de residuos. Una de las mayores preocupaciones era el vertedero a cielo abierto de Barangay Santo Nino, que necesitaba ser clausurado. A nivel nacional, la Ley Ecológica de Manejo de Residuos Sólidos del 2000 (o Ley de la República 9003) requería ya entonces el cierre de los vertederos a cielo abierto. Además de la legislación, el vertedero de Santo Nino también se acercaba a su capacidad máxima suponiendo un peligro para las comunidades de los alrededores. A pesar de que el gobierno de la ciudad ya había tratado de implementar varias estrategias para el manejo de sus residuos, hasta entonces, ninguna había tenido mucho éxito.
Cuando la tormenta tropical Yolanda golpeó la ciudad con vientos aulladores, lluvias torrenciales, y olas de dos pisos de altura, Tacloban se convirtió en un páramo de la noche a la mañana. En las jornadas de limpieza que se siguieron, los escombros que la tormenta había dejado a su paso, se llevaron al vertedero municipal, llenándolo peligrosamente hasta el borde.
A principios de este año, este basurero a cielo abierto se clausuró oficialmente. Ahora en su lugar, hay un relleno sanitario al que se llevan exclusivamente desechos residuales.

En 2016, tres años después de la tormenta, la ciudad recibió una queja formal del Departamento de Medio Ambiente y Recursos Nacionales por el continuado uso del vertedero, que ya se encontraba desbordado por los escombros de la destrucción que Yolanda había ocasionado en la ciudad, y otros desechos añadidos a diario por la población. En aquel momento, los servicios de recolección de basura solo cubrían el 30% de los hogares, sin embargo, el costo del transporte alcanzaba los 80 millones de pesos filipinos (1.5 millones de dólares). Las personas que residían en áreas sin servicios de recolección, se veían obligadas a deshacerse de los residuos por su propia cuenta, lo que en la mayoría de casos concluía en el vertido o quema de basura a cielo abierto, siendo ambas actividades también ilegales.
Como respuesta a esta situación, la ciudad de Tacloban decidió colaborar con la Fundación Madre Tierra (Mother Earth Foundation), una organización no gubernamental y sin ánimo de lucro Filipina, que apoya a ciudades y comunidades en la implementación de una gestión ecológica de los residuos sólidos. Con la asesoría de la Fundación Madre Tierra, la ciudad implementó un programa de Basura Cero. Empezaron intentando entender la problemática de residuos de la ciudad, realizando encuestas de percepción, estudios de línea de base ambiental, evaluaciones de residuos domésticos y auditorías de marca. A partir de estas evaluaciones la ciudad desarrolló las estrategias que le permitirían implementar adecuadamente el modelo de Basura Cero.

Tacloban lanzó una intensiva campaña de información, educación y comunicación a domicilio, para sensibilizar a la población sobre la importancia de la separación de residuos, y enseñar las categorías en las que ésta debe hacerse.

Para preparar a los barangays (barrios) con la importante tarea de implementar el programa, las y los funcionarios de cada barrio recibieron la capacitación necesaria para llevar a cabo la recolección puerta a puerta y hacer cumplir las políticas de “no-separación, no-recolección”.

Personal de la Fundación Madre Tierra que apoyó a los barrios en la implementación del programa de Basura Cero, compartió que, al principio, a algunas personas les costó aceptar la nueva normativa de segregación de residuos, ya que la veían complicada y una pérdida de tiempo. Sin embargo, pese a las dificultades iniciales, ahora el cumplimiento de la normativa es muy alto. Todo ello ha sido posible gracias a las continuas campañas de educación y a la determinación de las y los recolectores de residuos, que han implementado estrictamente la política de “no-segregación, no-recolección”.

Actualmente, de acuerdo con la ley, cada barrio cuenta con una instalación de recuperación de materiales. Los desechos biodegradables se recolectan y compostan, mientras que los materiales reciclables se almacenan temporalmente en estas instalaciones hasta que la ciudad los vende o recoge.

Tras la implementación del programa de Basura Cero, la cobertura de recolección de residuos segregados aumentó de un deprimente 30% a un 100%. A través del programa, la cantidad de desechos que se desviaron del vertedero aumentó de un 10% en 2017, a un 55% en 2018. Asimismo, Tacloban ha recuperado 384 toneladas de residuos orgánicos y 23 toneladas de materiales reciclables provenientes de los 64 barrios que empezaron a implementar el programa de Basura Cero. Sin este programa todos los residuos y materiales habrían terminado en el vertedero. Por su parte, la ciudad también redujo los residuos generados en un 31%, pasando de 175 toneladas a 121 toneladas por día.

La ciudad de Tacloban todavía tiene un largo camino por recorrer. Algunos barangays (barrios) todavía no han iniciado la implementación del programa de Basura Cero, pero animada por el éxito de los que ya lo hicieron, la ciudad se ha comprometido a introducir el programa en todos los barrios en los próximos dos años.

Con barrios y experiencias tan positivas mostrando el camino, y funcionarias/os gubernamentales comprometidos en convertir Tacloban en un modelo de Basura Cero, la ciudad ha dejado atrás un pasado devastador, para convertirse en líder del manejo ecológico de residuos sólidos—avergonzando en su camino a ciudades que, a priori, tienen menores desafíos que enfrentar.
Si una ciudad modesta, que no hace mucho era imagen de total impotencia—destrozada y desmoronada, dejada a la merced de donantes y la resistencia de su población—puede hacerlo, ¿Qué le impide al resto del mundo iniciar el camino hacia Basura Cero?
Estudios de caso
Desde Buenos Aires hasta Boston, de Sardinia a San Fernando, las comunidades de todo el mundo están haciendo una transición hacia Basura Cero. Basura Cero es un objetivo y un plan de acción. El plan comprende reducción de residuos, compostaje, reciclaje, reutilización, cambios en los hábitos de consumo y rediseño industrial. En estos casos de estudio puedes conocer las “mejores prácticas” de los miembros y colaboradores de GAIA en regiones de todas partes del mundo que han conducido a sus ciudades hacia Basura Cero; y ¡también puedes encontrar estrategias que tu comunidad puede usar para unirse al movimiento!